Catherine Lefroy

Después de un largo viaje por fin había llegado a mi destino. El Olimpo. Y en concreto, el despacho de mi Diosa Ceres. Había decidido que quería vivir en el pueblo. Junto a humanos, magos y muchas más criaturas. Quería poder recorrer los Cuatro Reinos, sin excepción. Y por eso quería vivir en este Reino. Además tenía todo lo que buscaba.

El Olimpo era grande, amplio, cálido... Demasiado cálido para mi gusto, la verdad. Estaba acostumbrada a temperaturas más frías.

Toqué esa enorme puerta, con los nudillos de mi mano. Segura, firme...Y esperé a que mi Señora me aceptase.

El silencio de mi despacho, se vió interrumpido por los toques en mi puerta.Giré mi cabeza para poder observar a la joven que tenía ante mis ojos.
-Pase, por favor-anuncié normal señalando el sofá en cuestión donde prodeceriamos la entrevista. Me senté esperando a que la muchacha también lo hicera. Me puse enfrente suyo y la miré a los ojos. Rasgos fríos y se mostraba segura. Sin duda puntos a su favor, aunque necesitaba más para poder decidir y conocerla.
-Bienvenida seas ,espero que sepas muy bien que tu futuro esté en mi reino, entre sus gentes... y no en los bosques, nieve o aguas-me aclaré la voz de forma disimulada.-y que ante todo, sepas las consecuencias que conlleva pertenecer al Pueblo ¿porqué esa elección?-pregunté con una sonrisa ligera y cercana.

Hice una pequeña reverencia con la cabeza al entrar en su despacho.Gracias, señora mía. Esbocé una sonrisa casi imperceptible. Segura de mi misma anduve hasta el sofá. Me senté rígida y miré fijamente a mi Diosa. Estoy al tanto de todas las normas que debería seguir viviendo en su Reino, mi Señora. Contesté firmemente. Mi elección se debe a muchas cosas. Me gusta convivir con los humanos, siempre me ha gustado formar parte de un pueblo, de un conjunto de seres con aspecto humano, nada de colas, ni de orejas puntiagudas. No quiero que me interprete mal, pues no tengo nada contra las demás criaturas, pero ese es mi punto de vista. Me gusta la discreción y una cola por ejemplo llama la atención. Me gusta que si soy una criatura mis características físicas estén escondidas. Callé por un minuto. Me gusta poder ir a sitios y que por mi aspecto físico no me cataloguen de una u otra raza. Eso era algo difícil puesto que las criaturas siempre han catalogado a otras, aunque en ocasiones eso es más difícil y por eso me gustaría pertenecer al Reino Pueblo.

Asentí con mi cabeza escuchandola atentamente.
-¿Así que no te gustaría destacar entre la gente?... un lugar idóneo seria las nieves, allí vivirías libremente, y no haria falta que escondieras tus características fisícas seas quién seas, es un lugar sin leyes y poco habitable...-comenté y sonreí ligeramente observandola detalladamente.-Pero veo que te gusta convivir con la multitud, y por ello procederé a hacerte varias preguntas, que me gustaría que respondieras con total sinceridad-hice una leve pausa mirando la chimenea de al lado, hacia poco la acababa de encender por lo que sólo se veían brasas.
Mis ojos marrones, volvieron a clavarse en la joven.
-¿Cuales son tus aficiones y qué te gusta hacer? Sabrías, ¿definirte en pocas palabras?-dije tranquilamente esperando unas respuestas claras, concisas y sobretodo que mis oídos deberían oír para poder saber si realmente podría ser un habitante de mi Pueblo.

Escuche pacientemente todas sus palabras. Le mentiría si le dijese que no tantee la opción de la Montaña. Pero no va mucho con mi forma de ser. Me gusta pasar desapercibida pero me gusta convivir con personas. Me resultan fascinantes. Tienen tantas facetas y nunca sabes con que te saldrán. Me encanta observarlas. No apartaba la mirada de mi Diosa. Y estaba hablando de forma tranquila, pausada pero firme. Siempre he sido sincera, a pesar de que eso me haya traído algunos problemas. Así que no veo la necesidad de cambiar eso ahora. Mencioné. Me gusta correr, observarlo todo con detenimiento. No perderme el más mínimo detalle de lo que sucede a mi alrededor. Siempre he sido muy cauta y observadora. También me gusta escuchar a los de mi alrededor, siempre y cuando tengan algo interesante que contar. Y uno de mis mayores deseos es conocer los Cuatro Reinos. Me encantaría vivir en Su reino, mi Señora, pero me encantaría conocer otros lugares, viajar, visitar...Como ya he dicho, no perderme nada. Callé durante unos segundos. Me consideró una persona fría, con sentido del humor pero siempre atenta a todo. No podría decir que bondadosa, porque sería mentirle. Me preocupo sobre todo por mi misma y en último lugar por la gente más cercana a mi. Los demás no me importan. Solo me intereso en ellos para poder saber a que atenerme. Concluí así con mi discurso.

En silencio oía todas y cada una de sus palabras.
-Entiendo, joven-pronuncié segura y con una sonrisa de oreja a oreja sin mostrar mis dientes-Felicidades, tienes las cualidades de una persona digna de vivir en mi Pueblo.Debo decir, que en estos momentos tengo a una futura vampira ante mí.-concluí segura de haber tomado aquella decisión.
Me levanté arrasntrando mi vestido por el suelo, acaricandolo y observando cómo la joven se marchaba del despacho, y lo más seguro es qe comenzase su nueva vida en algun rincón de mi Reino donde empezar a familiarizarse con el lugar.


El tono de tu piel cambiará a un casi translúcido que provocará que no puedas estar apenas bajo la luz solar. Jamás volverás a dormir y en este preciso momento tu crecimiento se verá interrumpido pues no envejecerás y serás un ser inmortal para toda la eternidad. La sangre, tú única comida gracias a los afilados colmillos. Los hombres lobo y el fuego, tus peores enemigos. Te convertirás en una excelente exploradora con un intelectual bastante alto.


1. Leer mentes.
2. Movimientos reflejos muy ágiles.
3. Puños.
4. Correr.
5. Control del fuego.